ADOLESCENTES: LA VIDA EN EL MÓVIL
Los adolescentes pueden estar juntos, sin hablarse, pero comunicándose por el móvil.
¿Tenemos razones para preocuparnos o simplemente nos estamos alarmando en exceso por una novedad que escapa de nuestro control? ¿Está el teléfono móvil, como afirmaba hace algún tiempo la investigadora y profesora de Psicología de la Universidad de Stanford Jean Tweng, arruinando a toda una generación?
“Yo les llamo la iGen (iGeneración)” afirmaba en un artículo publicado en The Atlantic la profesora Jean Tweng. “Los nacidos entre 1995 y 2012, miembros de esta generación, están creciendo con los smartphones, tienen una cuenta de Instagram incluso antes de empezar en el instituto y no recuerdan que existió un tiempo antes de internet. Los millenials también crecieron con la red, pero esta no estaba siempre presente en su vida, a su alcance en todo momento, día y noche. La aparición del smartphone ha cambiado de forma radical todos los aspectos de la vida de los adolescentes”, continuaba Tweng, quien durante años se dedicó a estudiar los efectos de la tecnología en los jóvenes respecto a generaciones anteriores, “desde la naturaleza de sus interacciones sociales hasta su salud mental”.
El smartphone ha cambiado de forma radical la vida de los adolescentes respecto a generaciones anteriores
Los padres de adolescentes que lean estas líneas probablemente estarán de acuerdo en que sus hijos pasan mucho más tiempo en casa que ellos, conectados sobre todo con el mundo y sus iguales a través del wifi. El estudio de Tweng observó un descenso notable de los encuentros en persona entre los chavales. Irónicamente, la tecnología que ofrece la promesa de conexión constante también puede acabar por aislarlos. ¿Están preparados los adolescentes para gestionar su relación con el teléfono móvil y las redes a edades tan tempranas?
Para Jaume Funes, psicólogo y educador, autor de Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesito (Paidós), “lo que denominamos móvil es tan solo un artefacto o una parte de alguno dentro de la realidad digital, conectada, virtual, que comporta internet y el conjunto de pantallas entre las que hoy se desarrolla nuestra vida”.
“No se puede ser adolescente sin tener un smartphone; el debate pasa a ser con qué autonomía lo gestionan”
Jaume Funes
Psicólogo y educador
Y continúa: “Desde los primeros años de la vida los adolescentes están inmersos en ese mundo, y la reflexión ha de ser qué realidad digital es positiva y útil en cada etapa evolutiva. El debate no es cuando tener móvil, sino qué actividades del mundo digital han de ser posibles y recomendables en cada edad, con qué acompañamiento adulto, cómo se inscriben esas actividades en el conjunto de la educación y el desarrollo”.
Según Funes, “con la llegada de la adolescencia (primavera del primer curso de la ESO) lo que aparece es la necesidad de autonomía en ese universo, con la posesión completa del aparato. Ya que no se puede ser adolescente sin tener un smartphone. Los adultos no podemos dejar de tener en cuenta cómo es la adolescencia de hoy y cómo estamos presentes en ese mundo. El debate pasa a ser con qué autonomía gestionan esa dimensión que ahora tiene su número y su wifi personal y cómo aprenden progresivamente esa gestión, con nuestro acompañamiento”.
Las redes y el móvil son hoy la principal fuente de socialización de los jóvenes.
Funes explica que la socialización de los jóvenes es hoy mucho más compleja que en generaciones anteriores: “Yo diría que es globalmente mejor, ya que no están sometidos a la única presión de su entorno más cercano. No olvidemos que practican digitalmente su adolescencia”.
Enfatiza que “parte de su identidad es digital, el mundo de sus inevitables relaciones entre iguales se dan en red, acceder a la información y el saber pasa por una conexión. Hace décadas que la familia, la escuela y el trabajo como principales fuentes de socialización entraron en crisis. El principal problema es que están solos en ese universo. Por ejemplo: el problema no es que vean porno, sino que su socialización sexual solo sea esa, nadie debata con ellos y ellas lo que significa besarse, abrazarse. El problema también puede ser que sus vidas solo sean digitales, que no tengan otras vidas, otras relaciones, otras experiencias”.
“Los adultos pensamos primero en regular y controlar en vez de descubrir primero para qué les sirve y cómo se educa esa realidad”
Jaume Funes
Psicólogo y educador
Según este psicólogo y educador, debemos aprender a no verter sobre los adolescentes los desconciertos que nos provocan los cambios acelerados, entre ellos, los que tienen que ver con el mundo digital. “Es muy diferente pensar en los problemas de las pantallas entre los adolescentes que pensar en cómo se dedican a ser adolescentes entre pantallas. Los adultos siempre pensamos primero en regular y controlar en lugar de descubrir primero qué hacen, para qué les sirve, qué sentidos les atribuyen y, lo que es más importante, cómo se educa en esa realidad. La reflexión ha de ser dar contenido a la salud digital”.
La Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) propone establecer un contrato entre los padres y su hijo a la hora de entregarle el teléfono móvil. En él, se explicitarán los compromisos de buenas prácticas que los chicos adquieren una vez que reciben el teléfono.
Una de la reglas básicas con los adolescentes es pactar y repactar, buscando compromisos.
Para Jaume Funes, “en lo que se refiere a compromisos con los adolescentes conviene situarse en la reglas básicas de cómo se educa a un adolescente. No podemos olvidarlas ante cualquier nueva dificultad. Una de esas reglas es que hemos de practicar la pedagogía del pacto. Razonar, negociar, acordar… pero sin olvidar que se trata de la pedagogía del pacto, del repacto y del requetepacto. A veces los acuerdos duran minutos… Buscamos los compromisos para que vean que escuchamos sus argumentos, para que tomen decisiones, para que aprendan de las equivocaciones, para que descubran que nosotros también ponemos de nuestra parte.
Remarca que “no se entiende el mundo adolescente cuando se piensa que firmado un acuerdo las reglas están claras y se cumplirán. El mundo del móvil entrará de lleno en la lista de conflictos con ellos y ellas y habremos de tener en cuenta cómo se gestionan los conflictos… agotadoramente presentes”.
“Pensar que firmando un acuerdo las reglas están claras y se cumplirán es no entender el mundo adolescente”
Jaume Funes
Autor de Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesito
¿Y qué podemos hacer si observamos que el conflicto por el uso del teléfono está demasiado presente, si nos parece que nuestros hijos están pendientes en exceso del móvil? “¿Se estará volviendo adicto?”, se preguntan preocupados muchos padres.
“No creo que los parámetros para medir las dificultades que puedan crear en sus vidas las pantallas sean los de las dependencias”, aclara Funes. “Las dificultades aparecen si todo su tiempo es digital, si toda su vida está regulada por algunas actividades de las pantallas. Garanticemos tiempos, vivencias, experiencias, relaciones que no pasan totalmente por las pantallas”.
Es importante ofrecer al adolescente vivencias y experiencias que no pasen por las pantallas.
Este experto en adolescentes asegura que el reto es “pensar formas de aprender, relacionarse, sentirse aceptado, pasárselo bien no dominadas (una parte siempre tendrán) por el mundo digital. No se trata de desconectar, sino de aprender a no estar disponible y a descubrir otras dimensiones. Las llamadas dependencias solo aparecen cuando una conducta, una substancia, una actividad sirven de receptores para otras dificultades y carencias. Las vidas adolescentes ricas en experiencias vitales difícilmente acaban en procesos de dependencia”.
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